martes, 14 de abril de 2009

EL CONSEJERO REAL



Llevo una semana de consejo en consejo y sinceramente créanme cuando les digo que se me da fatal, pero el móvil no ha parado de sonar. ¡Pena de 902! En estos días santones en los que se dan vacaciones “videntiles”, yo he tenido que suplir sus ausencias. Y cuán sacerdote, hice de mi celular un confesionario y me dispuse a escuchar las confesiones menos sacramentales.
Debe ser la falta de churrascos y similares. Algún cristiano que se tomó el ayuno al pie de la letra y sus pobres “parteneres” han sufrido tanta devoción en sus propias carnes, o mejor dicho, en la falta de ella. Así que en periodo de cuaresma me ha tocado hacer de socio redentor y afrontar mis santos oficios en lo que amistad se refiere.
Es curioso. Quizá tenga que echarle la culpa al gobierno, a éste o al otro, da igual con tal de que sea bajo responsabilidad política, pero mis grandes relaciones de pareja están viniéndose abajo por culpa de la moda de los minipisos. Si Señor Zapatero, si, usted es el cabeza de turco que tendré que guillotinar para que mis amistades duplas (y entiéndanse con esta expresión todo amigo que siendo originariamente dos entes independientes (hombre/mujer, mujer/mujer, hombre/hombre) han acabado convirtiéndose en un solo ser, no sin problemas de adaptación) vuelvan a respirar aire fresco.
Si, caballero de las cejas extrañas y los ojos saltones, necesito a la persona responsable del Ministerio de Vivienda para que le explique a mi gente que el “necesito mi espacio” no es directamente proporcional a los metros cuadrados de la vivienda conyugal y que el irse con las maletas a otra parte no va a darles la dosis de oxígeno que les hace falta.

Y si no la próxima vez que no llamen a una soltera para dar consejo en relaciones de pareja,
¡qué, no sabe coño!

Si es que…

martes, 7 de abril de 2009

DESAYUNO SIN DIAMANTES...


No es sexo. No es eso. Es algo más. O por lo menos debe de serlo. Tampoco es cariño. No se compone de eso. Ni siquiera puedo decirte qué es. Ni sé. Y si te pregunto seguro que no podrías explicarlo. Nadie sabe. Pero lo necesitas ¿verdad?. Necesitas un despertar con algo más que el sonido de radio nacional. He olvidado la última vez que hice el amor aunque recuerdo mi último goce. Fue una mezcla entre querer amar y poseer a alguien por el que sientes algo más una atracción imantada por figuras insinuantes. Lo recuerdo como si fuese ayer. Porque fue ayer. Y disfruté. Saboreé cada poro, cada esquina, cada rincón de esa piel que deseaba. Una y otra vez hasta caer exhaustos. Esta mañana me despertó un sonoro radiofónico. No me despertaron besos, mimos, caricias, ni placeres carnales. Me desveló un señor de Alicante que no llegaba a fin de mes. Y mientras Manolo Pardo narraba a la audiencia cómo había tenído que sortear su casa por culpa de su mala economía, yo pensaba a quién llamaría el pobre Manolo cuando quisiese contar que había gozado.
Mañana traeme el desayuno a la cama...

lunes, 6 de abril de 2009

SENTAR LA CABEZA...



Es la frase que resume la semana pasada. Sentar la cabeza.


¿Y cómo la sientas? le das un cojín y que se acomode. Es lo único que puedes hacer. Llevo varios días dándole vueltas. No es que a mis 35 tacos le haga mucha gracia sentarse a "velas vir" pero desde que una servidora camina por libre por estos mundos de dios, lo que se dice en cuestión de hombres puede considerarse inútil total. A lo mejor es torpeza. O vanidad. O ambas cosas, o ninguna. ¡yo que sé! lo único que tengo claro es que cada vez que mi dedo índice sale a pasear en busca de un apuesto galán lo único que trae a casa son aprendices de Casanovas. ¿y quién está dispuesta a aguantar a aquellos que se autoproclaman grandes amantes (que aún si lo fuesen vale) y duran apenas un ronquido? Yo no. Y así le va a una. Coleccionando Don Juanes pardos. Supongo que el hacerse mayor es lo que tiene. Dicen que la edad nos vuelve más selectivos. ¡Mentira! Nos vuelve idiotas y caprichosos y aún encima ególatras. Creemos que poseemos el don de la verdad, de la razón y del saber. Cuántas cosas creemos tener, ¿no?.

Si al final lo único que queremos es alguien que nos dure al menos dos suspiros.

Quizá mañana escriba otro parecer al respecto pero hoy a las doce y media de la noche miro mi habitación que hace enorme mi cama e inmóvil escucho el tintineo del grifo que me insinua gota a gota con cuánto silencio convivo. Me gusta y me asusta. Pero hoy, sólo hoy, me apetecia algo más de ruido.


Tal vez la semana próxima...

TARA_DOS...


Esta mañana ha descubierto mi gran defecto.
Sí damas y caballeros. Sintiéndolo mucho he de informaros que todos tenemos al menos una tara. Ya sé que no toda la humanidad da divisado en su pulcro y elegante ombligo una motita de polvo, pero lo siento amigos míos, si yo caigo, vosotros caeréis conmigo que no será mi ombligo el más desaseado de toda la ronda. Y, según mi camarada de laboras, apodado la gran enciclopedia del saber, todos nacemos con una imperfección tan grande que despunta sobre las demás.
Para él la mía está clarísima.
Yo que hablo por los codos, que llego tarde hasta para coger el avión, que nunca estoy en casa, o no doy salido de ella, que se me acumula el trabajo, que a veces no doy, no puedo o no sé organizarme, que soy cursillista profesional, que me acuesto tarde y me levanto arrastras, que no cumplo un miserable horario de comidas, que me maquillo en exceso, o demasiado poco, o llevo las faldas muy cortas, o excesivamente largas, que compro demasiado, que ahorro poco, que llevo el orden al extremo, yo que soy todo eso y más, tengo un gran desperfecto.


- Tu tienes un problema. Eres demasiado amable y eso, pequeña, deberías mirarlo, no se puede ir así por la vida que luego pasa lo que pasa. Ya me entiendes.


Va a ser que no.
Pues resulta que comentan los entendidos que no se puede ir con esa enfermedad encima, que debes dejarla en casa antes, aunque lo mejor es vacunarse porque aunque no es contagiosa, los que padecemos este mal somos incompatibles con la gente saludable de rudo y seco carácter.
Así que hay un remedio. Malumorín le llaman. Dos pastillas recién levantada y podrás fruncir el entrecejo y alzar la voz sin titubear y si te pones la inyección hasta puedes llegar a decirle a tu compañero que su gran defecto es ser un desaborido.